¡Cúrame!
¡Cúrame!
Y después de tres años, ante la Pietá, se produjo el milagro.
María Rivier vive una fe firme contra todo pronóstico, frente a lo evidentemente imposible. Una fe que nace de la decisión firme de vivir y amar para Dios.
Ella no se conforma con lo que ve, ella cree antes de ver, la fe es su única garantía y desde donde construye su esperanza. Y de esa fe nace su vocación.
La fe de una niña que se fía porque se siente amada, esta experiencia que la transforma y se convierte en promesa: “te traeré a todos los niños para que te amen”.
El milagro de la fe es creer que es posible, un amor gratuito, creer antes de ver.
Hb 11, 1-3
Jr 1, 4-8