Anunciar a Jesús
María Rivier siente un impulso en su corazón para llevar a Jesús, sin descanso, a todo el mundo. De su mano aprende a mirar más allá, a ver las necesidades del mundo, a escuchar a la gente.
No se rinde, siempre con una sonrisa. Es una mujer que aún con sus dudas y sus miedos, camina segura porque sabe que Dios se hace fuerte en sus debilidades.
En cualquier parte, en el rincón más escondido, en la mirada triste, en el corazón de piedra, en las manos cansadas, ella se multiplica para hablar de Jesús y llevar
su amor, para acercar la luz y la esperanza a todos los que aún no le conocen.
Contagiar todo lo que ella ha visto y oído desde pequeña, contar lo que el Señor ha hecho con ella, llevar esa vida a todos para que todos vivan.
Mc 10, 27
2 Co 12, 9-10